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domingo, 28 de octubre de 2012

¿Lo captas?


Qué maravilloso era el mundo cuando juntos luchábamos contra él.

Todo parecía perfecto, es más, lo era. Felicidad era la mayor de nuestras penas, el único problema era hacernos sonreír el uno al otro. Yo para ti y tú para mi, siempre. No nos cansábamos de recordarnos aquello que nos gustaba de nosotros, jamás nos cansamos de amarnos mejor; de hecho sabes que dejé de ser sin ti y tú no volabas más sin mí. Transformamos la tercera persona del singular en la primera del plural. En la palabra “nosotros” se centraba nuestro mundo y contra viento y marea, apoyados siempre por la corriente, luchábamos por que así siguiera siendo.

Y de repente, después de tantos derrapes, de subir y bajar... Así, sin esperarlo, llegan las lágrimas y éstas pretenden soltar nuestras manos. Cambios, pasos atrás, viento en contra, marea y cielo enfadados. A contracorriente. Y después de levantarnos ochocientas veces, magullados y a punto de morir, viene otra caída. Traspiés, zancadillas y piedras se interponen entre nosotros, entre lo que nos unía. ¿Lo que más me duele? Haber permitido a esas putas piedras interponerse, haber pensado que no eran importantes, que no crecerían... que no nos entorpecerían la hazaña.

Sin embargo, creo que antes podíamos permitírnoslo. Que éramos capaces de machacar todas cuantas avalanchas nos vinieran a la espalda... Pero, ¿ahora? ¿qué nos ha pasado?

Desgaste y dolor.


Y desde aquí, desde esta habitación oscura, vacía e insonorizada, sólo voy a pedir una cosa más. Tan sólo una: pase lo que pase, no me sueltes la mano.


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